El lado oscuro de Laporta. Capítulo 7: La denuncia de Migueli: "Laporta engañó a los socios"
Adivinanza: niños que se cuelan
El 25 de septiembre de 2005 Joan Vehils lanzaba en Sport una divertida adivinanza:
“¿Qué directivo del Barça intentó entrar a su hijo y un grupo de amigos en el palco del Barça, pero se lo impidieron porque uno de los chavales llevaba zapatos deportivos?”. ¿No habíamos quedado en que los gorrones del palco eran cosa de Gaspart?
Quizá por eso, para dar cabida en el palco a los amigos del chaval del directivo, el club, según informaba e-noticies.com el 14 de octubre de 2005, decidió dejar sin pase a Nicolau Casaus. ¿Quién sería Nicolau Casaus? Seguramente un gorrón, pensaría el directivo que intentó colar a los amiguetes de su hijo. Por cierto, el futuro director de Sport no sacaba a sus lectores de dudas sobre la identidad del directivo aprovechado. Igual se enfadaba.
La situación de Gaspart
El 3 de diciembre de 2003 Joan Laporta aseguraba en La Vanguardia que la división del barcelonismo no la provocó él. “
No criticábamos a Núñez por una cuestión personal. Se estaba yendo a una huida hacia adelante en la cuestión económica, como se demostró posteriormente (…)
Estamos dedicando muchas horas a arreglar esta situación, que es imputable a anteriores dirigentes, especialmente a los de los dos últimos años”. Se le entendía todo. Si lo que tenían que arreglar era achacable a la gestión de los dirigentes de los dos últimos años, ¿a qué vino entonces el encarnizamiento y la saña que empleó él y su grupo organizado para desgastar y desestabilizar a directivas anteriores democráticamente elegidas? Laporta sabía muy bien que “la cuestión económica de Núñez” ni merecía críticas feroces ni mucho menos una moción de censura. Fue precisamente lo que ocurrió cuando Núñez dejó el club, asfixiado por la presión del entorno, lo que llevó al Barça al caos. Y en eso la labor de zapa Laporta y su grupo tuvieron mucho que ver. De hecho, a Laporta y sus amigos hay que agradecerles en buena medida el acceso de Gaspart al poder. De no haber sido por él, Gaspart nunca hubiera sucedido a Núñez en condiciones normales. A Laporta le fue tan bien el trienio gaspartista, que luego ¿agradecido? se abrazó a él mientras ambos presumían de amistad.
El fin de la fractura
Más tarde diría: “
La fractura social se superó en las elecciones del 2003”. Evidentemente, tras los comicios del 2003 desapareció del club la intransigencia de la oposición mejor organizada de la historia, lo que obviamente acabó con la fractura. Quizá por eso en un encuentro de peñistas en Málaga alguien le acusó de ser
“el promotor de las desgracias de ahora”, recordando su etapa de furibundo opositor. La memoria le fallaba cuando quería al presidente, que en situaciones de emergencia siempre tenía a mano algún recurso dialéctico para salir del paso: “
Nosotros somos un club cercano, próximo a la gente. Somos el club del pueblo y de las libertades“. Esa era su respuesta cuando le recordaban el Elefant Blau. En la historia del Barça no ha existido otro presidente con mayores dotes interpretativas y el papel mejor aprendido que Joan Laporta.
Patrono de la Fundación Cruyff
“
Soy patrono de la Fundación de Cruyff y eso me hace mucha ilusión”, confesaba Laporta. Aunque cuestionada por el gobierno holandés, con el que entró en conflicto por un tema relacionado con el pago de impuestos, a la corporación que utilizaba el apellido de Cruyff se le suponían nobles objetivos. Mejor sentirse orgulloso de financiarla que tener que defender el mecenazgo de otro tipo de fundaciones contrarias a los ideales marcados por Joan Gamper y con las que la familia de Laporta mantenía peligrosos vínculos.
Los jugadores empiezan a salir de noche
El 4 de enero de 2004, podía leerse en El País: “
La junta del Barça quiere endurecer las sanciones a los jugadores para frenar actos de indisciplina, como irse de fiesta dos días antes de un partido. La sanción por vivir las noches de Barcelona o Sant Cugat, juzgada con benevolencia por la junta, está siendo revisada por el departamento jurídico a instancias de los responsables del área deportiva. La directiva está irritada porque cree que su esfuerzo por reorientar el club no es proporcional al compromiso de algunos jugadores. Rijkaard dio un toque a su plantilla al trascender que cuatro jugadores habían estado de fiesta hasta altas horas de la madrugada dos días antes del Barça-Celta”. No hubo sanciones, los futbolistas demostraron ahí su grado de compromiso y entre los protagonistas de la fiesta en las horas previas del Barça-Celta estaba el hoy analista televisivo Gerard López, uno de los jugadores más mimados por el presidente. El tema del compromiso de los deportistas, uno de los pilares de la doctrina laportista, tampoco supo trasladarlo de la teoría a la práctica. De hecho, sin un código de conducta definido, la disciplina en el vestuario brilló por su ausencia durante el laportismo gracias a una autogestión mal entendida... hasta que llegó Guardiola con sus soluciones.
Migueli habla de engaños
Y el 11 de enero de 2004 Migueli (657 partidos con la camiseta del Barça) manifestaba en TV3 lo que la mayoría de los medios de comunicación no se atrevían a hacer público: “
Laporta engañó a los socios. Prometió a Beckham y no dijo que subiría un 40% los carnets (...)
A lo mejor un día me presento a las elecciones, viendo que cualquiera puede llegar a presidente”.
“
Ahora parece que en un club de 104 años, con jugadores como Kubala, Maradona y mucha gente de gran calidad y sentimiento, sólo haya existido el Dream Team”. Migueli reaccionaba así ante el cese degradante que recibió del Laporta system. Su problema era que, aún siendo el futbolista que en esa fecha en más ocasiones había defendido la camiseta del FC Barcelona, no era amigo de Johan Cruyff pese a haber sido compañero suyo. Motivo suficiente para ser despedido sin contemplaciones. El asesoramiento que podía ofrecer un hombre de la experiencia de Migueli no le interesaba a esta junta. Había cometido la torpeza de trabajar en el club con un presidente anterior. Eso ya era un excelente argumento para forzar su excomunión blaugrana. Laporta le respondió en tono conciliador: "
No le respondo porque entre barcelonistas no es bueno generar polémica". Eso lo decía el inventor de la polémica entre barcelonistas.
El olvido de Basilea
El 16 de mayo de 2004 se cumplía el 25 aniversario del triunfo del Barça en la final de la Recopa celebrada en Basilea, un partido que marcó un hito histórico en la vida del club, aunque para Laporta la efemérides tenía un lunar: el presidente de aquel equipo campeón era Josep Lluís Núñez. Y, además, Johan Cruyff no tuvo nada que ver. Ya se había ido del club a Estados Unidos atraído por el olor de los dólares. Seguramente por eso a Laporta, tan detallista y tan amigo de las celebraciones, se le pasó por alto la fecha y el reconocimiento que merecían los campeones del 79. Hubo un simulacro de celebración, pero la improvisación o la desgana llevó a cursar con retraso las invitaciones y lo que debió ser una gran fiesta resultó ser un vergonzoso fiasco. En El Larguero de la SER Laporta reconoció que “
el homenaje a los campeones de Basilea se hizo mal. No acertamos del todo”. Y prometió que no volvería a pasar. Es lo que Laporta solía apuntar cuando no sabía qué respuesta ofrecer ante cualquiera de sus deslices.
Jordi Pujol, como Johan Cruyff, sus ídolos
El 5 de octubre de 2004 Andrés Astruells narraba en Mundo Deportivo la presentación del libro ´El Barça y el Franquismo´: “
El clima en la sala de prensa del Camp Nou era de homenaje a la etapa de Agustí Montal”. Y añadía:
“Niubò elogió la implicación política del Barça en la vida del país... “no como en otras etapas”. Poco después Rafael Niubò, ya fuera de la Generalitat, se llevaría un buen chasco comprobando que la “implicación política del Barça en la vida del país” llevó al club a alinearse en el bando contrario al de su partido, ERC, en el tema del Estatut o al presidente a hacerse fotos con los candidatos de CiU y PSC para desespero de su formación política. El libro del Grup d´Enciclopèdia Catalana, en donde Agustí Montal tenía evidentes intereses, contó, por supuesto, con todo el apoyo institucional del club, ya convertido en un sucedáneo de cortijo particular de un presidente dispuesto a agasajar espléndidamente a sus amigos. Y eso que el franquismo no salía bien parado en el libro. Alejandro Echevarría, cuñado de Laporta, directivo en esa época y patrono de la fundación del Caudillo, no se dejó ver ni expresó su opinión sobre la obra.
“
Laporta se declaró heredero de la junta de Montal y se emocionó al recordar tiempos pasados y muy concretamente la figura de Armand Carabén. Por dos veces se le quebró la voz y pareció turbarse”, explicaba Andrés Astruells. Fueron aquellos tiempos de Montal época de sequía de títulos (una liga en 8 años y ningún trofeo continental), época de penuria económica (el fichaje y mantenimiento de Johan Cruyff jugador dejó telarañas en la caja), época de convulsiones políticas: igual se le entregaban dos medallas conmemorativas del club al Generalísimo de las Españas que se sustituían los colores del Barça por los de la senyera en la gradería. “
Y expresó su admiración por el ex presidente Jordi Pujol, al que comparó con Johan Cruyff, su gran referente como ídolo de juventud”. El libro era del Grup de Enciclopèdia Catalana, el homenajeado era Agustí Montal, el admirado, Jordi Pujol, y el escenario, las instalaciones del FC Barcelona. ¿No era esto hacer política desde el club? ¿O se trataba simplemente de compadreo con los amigos usando el cortijo privado a discrección?
Denuncia del franquismo
En ese acto Laporta explicó que “
la directiva de Montal cogió el testigo de Gamper y Suñol”. Así se resumía la historia del club. Luego venía él y después la nada. Su resumen del libro sobre el franquismo no tenía desperdicio: “
Es la historia de la lucha del Barça por los derechos y las libertades”. Y nada mejor para honrar la memoria de las víctimas por los derechos y las libertades que incorporar a su junta a un defensor de quien privó al barcelonismo de derechos y libertades. Una ejemplar lección de coherencia.
Destacaba ese día El País que “
Laporta agradeció “la valentía” del autor (Carles Santacana) por afrontar ese periodo histórico”. Cualquiera diría que fuera necesario ser valiente para enfrentarse a una ideología que incluso ha estado presente en la sala de reuniones de la junta directiva de Laporta. Una vez más, en su particular interpretación de la historia, Laporta homenajeaba a la junta de Montal olvidando que durante el franquismo muchos otros presidentes, además de Montal, padecieron los inconvenientes de la política en su cometido al frente del club. Josep Mussons, ex vicepresidente con Núñez, se lamentaba de que “
se pretende borrar la etapa de Núñez como si éste hubiera sido un hipócrita o un proscrito”. Y después del de Carles Santacana, Laporta apadrinaría en las instalaciones del club –propiedad de “todos“ los socios- un nuevo libro, “Mites del Barça”, del amigo Jordi Finestres, en una nueva prueba de que su Barça no era el de todos, sino el de los suyos. Libros sobre el Barça hay muchos, pero libros que merezcan su presencia y la cesión de las instalaciones del club, pocos. Solamente los que comulgaran con las ruedas de molino de su pensamiento único. Y sólo los amigos podían obtener esta prebenda y su consiguiente beneficio mediático. En ese grupo, evidentemente, no estaba Enric Bañeres, que era premiado por esas fechas con la más absoluta de las indiferencias en la presentación de su obra sobre la gesta de Basilea, un título que llegó sin Montal y sin Cruyff y que no merecía, por tanto, el menor aprecio. Seguramente, para el laportismo se trataba de un éxito del que había que avergonzarse, como de las dos ligas de Van Gaal.
Herederos de Gamper y Museu Núñez
Es posible que Joan Gamper, el fundador del FC Barcelona, no aprobara el estilo sectario de Laporta en la gestión del club, por mucho que al presidente se le llenara la boca con afirmaciones como “
somos herederos del espíritu de Joan Gamper”. Eso había que demostrarlo con hechos y no con palabras bonitas. Y entre los hechos que le desviaban de la doctrina de Gamper, el presidente de todos, un detalle captado por La Vanguardia en el estreno del logotipo del Museu
“en el que no figura el nombre del Museu, es decir el nombre de Núñez”. Gobernando desde el rencor y fomentando la confrontación no era posible autoproclamarse heredero de Gamper ni repitiéndolo mil veces. El barcelonismo acabaría pasándole factura.
Acabar con la crispación
El 30 de mayo de 2004 Dagoberto Escorcia pasaba balance en La Vanguardia al primer año del laportismo y destacaba: “
Acabar con la crispación que existía es lo más positivo del estreno del presidente”. Evidentemente, al cambiar de estrategia abandonando las trincheras de la oposición para ejercer el poder desde la poltrona, el club perdió de vista la crispación. Y eso, para La Vanguardia, era motivo de aplauso. Que con Laporta se rompiera el molde y que no saliera nadie dispuesto a crispar el ambiente con la soltura que él demostró durante sus muchos años de hostigador no quería decir que gobernara en clave de “presidente de todos” ni que la concordia la hubiera inventado él. Sea como fuere, para el Barça fue una gran suerte que Laporta desapareciera del entorno de la oposición. Sin él desestabilizando, sin la constante amenaza de los pañuelos porque sí, el club pasó a ser mucho más gobernable.
El 21 de junio, en Mundo Deportivo, Lluís Bassat no podía ocultar su sana envidia por la habilidad del candidato ganador en las urnas: “
A Laporta le doy una matricula de honor porque ha logrado tener a toda la prensa a su favor”. Un experto en comunicación encontraba la respuesta a la capacidad de Laporta de aunar esfuerzos. Había conseguido que todos remaran en la misma dirección, incluso cuando el equipo no funcionaba en la primera vuelta. Ya no quedaban más Laportas en la oposición dispuestos a propagar la cultura del pañuelo en el Camp Nou.
“La fractura social se superó en las elecciones del 2003”, decía. Evidentemente, con Núñez en el exilio y en silencio por propia voluntad y la oposición más crispante disfrutando del poder junto a él, con el apoyo de los medios de comunicación y la ayudita de un Johan Cruyff comprensivo, podía estar tranquilo. Un nuevo éxito en su haber: aniquilar el Elefant Blau y conseguir que nadie se inventara otro paquidermo para complicarle la vida al presidente. De hecho se la complicó él solo sin necesidad de que nadie tuviera que perder el tiempo con tramas y conspiraciones.
Espíritu viajero
El 31 de mayo de 2004 el mundo empezaba a descubrir el espíritu viajero del nuevo presidente. Se fue a Brasil a ver el Brasil-Argentina, a pesar de que Sandro Rosell, invitado por la Confederación Brasileña, ya se encontraba allí marcando de cerca a Ronaldinho. Fue posiblemente el primero de los muchos viajes innecesarios que Laporta realizó bajo el título de “desplazamiento institucional” y que resultarían tan aparentes y pomposos como absurdos. Ésta era otra de las innovaciones lingüísticas del laportismo. Mucho viaje y poca explicación de su utilidad al socio.